lunes, 11 de mayo de 2009
Entrevista a Osvaldo Bayer (Proximamente premiado con HONORIS CAUSA en la UNQ)
Compañer@s: queremos compartir con todos ustedes, la propuesta que hemos emitido al Consejo Superior de la Universidad Nacional de Quilmes para otorgarle el titulo Doctor Honoris Causa a Osaldo Bayer*. Dicha propuesta la elevamos como propuesta del claustro de graduados, sin embargo es una idea motorizada, por compañer@s estudiantes, graduados, por miembros de CAYE POPULAR (Colectivo de Alfabetización y Educaación Popular) y por los miembros de la Agrupación Maria Claudia Falcone.
Estamos convencidos que la UNQ, se honrará al distinguir a tan ilustre representante de la Cultura Popular Argentina con un título acorde con sus antecedentes.
A continuación regalamos unas líneas escritas por Manuel Eiras (alumno de Comunicación Social y miembro de Caye Popular) que redacto despues que el pasado jueves 7/5 estuviesemos en la Casa de Osvaldo Bayer con motivo de otorgarle en la UNQ, la máxima titulación para intelectuales esta calaña....
Jueves, 7 de mayo de 2009
Entrevista a Osvaldo Bayer
“Desde un primer momento hay que participar en la vida política”
En vistas a recibir el titulo de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Quilmes, el escritor habla de los estudiantes, la universidad y los intelectuales.
Por Manuel Eiras
Qué interesantes los alcances de la imaginación. Qué difícil, pero qué importante es no perder esa capacidad en estas épocas. Qué necesario se vuelve repensar la realidad en pos de recrear algunos valores. Qué extraño que sea increíble que los estudiantes universitarios puedan –podamos- tener acceso a los intelectuales. Qué gratificante es que haya, en nuestras tierras, intelectuales a los que el paso del tiempo les sirve para confirmar sus luchas contra las injusticias y no para aislarse en trabajos masturbatorios.
Así estaba yo, mientras caminaba a su casa, pensando, imaginándome, poniéndome en su piel. Ochenta y dos años de compromiso social y político. De acompañar luchas que denuncian injusticias. De recordar (les) que los derechos humanos son para todos y exigir su cumplimiento. De dictaduras militares y exilios. De reivindicar con el corazón y con la investigación a los pueblos originarios. Y entre imaginarme e imaginarlo no se me ocurría como seria ese recibimiento en su casa. Lo maravilloso de la imaginación, en esos pensamientos míos, lamentablemente, estaba limitado por una situación que poco tenía de común y mucho de alegría. De pronto, en la puerta de su casa, un viejo mirando hacia fuera. Nos acercamos y, entre saludos, entramos a El Tugurio: como bien canta el grupo Arbolito, ‘en su casita llena de libros, la puerta abierta de par en par’. “Estaba tomando un poco de aire fresco”, nos explica (y yo con esos nervios que creía que sólo se alcanzaban antes de un primer beso amoroso).
Mientras nos recibía y nos acomodábamos entre los libros y el calor de estar en su casa, yo pensaba mucho, mudo de palabras. Mis ojos, que disparaban de un lado a otro, cual niño en juguetería, debían decirlo todo. A semejante escritor e historiador, con el paso del tiempo, le van llegando, cada vez más, justos reconocimientos. Y no por eso abandona los principios y la humildad. Y por eso es que en su casa estábamos, con el fin de comunicarle que nosotros, estudiantes y graduados, habíamos tenido la iniciativa de nombrarlo Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Quilmes. Y Osvaldo Bayer daba su opinión. “Bueno, creo que es un principio de la democracia. Todos tenemos que ser actores de las actividades. Es muy importante preguntar y tener en cuenta la opinión de los estudiantes. Ya en 1918, en la reforma universitaria, hubo un intento en esos sentidos. Hubo un gran paso adelante en ese sentido. Cuando estudié en la Universidad de Hamburgo, en Alemania, ya existía todo eso. Es decir, se escuchaba a la asamblea estudiantil y a los delegados estudiantiles que presentaban sus proyectos ante el consejo universitario”.
“Es mucho más hermoso que proposiciones así de nombrar a un profesor honorario, a un Doctor Honoris Causa partan de los estudiantes. Quiere decir que lo que ese hombre, ese investigador o ese intelectual hace llega a los estudiantes, llega a la juventud. Eso es importante. Y no que sea un intercambio entre academicistas o entre docentes. Me parece muy importante también que intervengan los no-docentes, con su experiencia, con su trato a los estudiantes y a los docentes. Ya que están metidos en eso que es la administración y el manejo de la parte práctica de la universidad. También tienen que intervenir y dar su opinión. Que es como tener, digamos, un sindicato de empleados y obreros”.
Entre charlas y risas vergonzosas, pero ya con más confianza, nos poníamos de acuerdo para que vaya a visitar la universidad y se le entregue el tan merecido título. Claro que había tiempo para que Osvaldo interrumpa con alguna anécdota. Nos enmudecía y todos ojiabiertos escuchábamos ansiosos sus historias. “Bien, les cuento un episodio que para mi es maravilloso. Que Miguel Maceo, en un libro que hizo sobre mí, lo relata. Porque él era justamente delegado estudiantil en la Facultad de Filosofía y Letras cuando ocurrió. Yo estaba en casa, no me tocaba dar clase ese día, y de pronto me llama el rector para que fuera inmediatamente porque los estudiantes habían ocupado la Facultad de Filosofía y habían tomado prisionero a los profesores, los habían encerrado en el decanato. Me dice, ‘Bayer, lo llamamos porque usted tiene mucho contacto con los estudiantes. A ver si usted puede hacer algo’. Entonces me tomé un taxi y salí disparando para allí (nos pregunta, “¿ustedes conocen la Facultad de Filosofía, ahí en la calle Puán?”. Afirmamos rápidamente para seguir escuchando). Estaban todos los portones cerrados. Golpeo, me miran por la mirilla y me dicen ‘está ocupada’ ¡pum! Golpeo de nuevo y digo ‘abran ¡soy Osvaldo Bayer!’ -yo sin ninguna esperanza de que me abran-. Abrieron la puerta y me entraron. Me dice un estudiante ‘para que vino usted acá profesor, nosotros tenemos ocupado’ y yo le digo, ‘me ha llamado el rector, quiero ver lo que están haciendo con los profesores’. Me dice, ‘no, ellos están aislados, no pueden hablar con nadie’. Les dije ‘yo les pido que me dejen pasar, quiero ver qué es lo que pasa con los profesores y todo lo demás’, a lo que me dice, ‘bueno, está bien’. Subí al segundo piso. Estaban todos ahí. Estábamos hablando y de pronto viene una secretaria y sin ver que estaba yo dice: ‘ya se arregló todo, vino Osvaldo Bayer y los estudiantes han resuelto terminar con el paro’. Entonces todos me miraron como si yo fuera algo así como Jesucristo, que hacía milagros o algo. Digo, ‘no, pero a mi no me dijeron nada, yo no hablé con ellos. Es decir, me dejaron pasar acá solamente’. ‘Bueno’, me dice el rector, ‘valla a ver si puede hacer algo’. Entonces bajo y habían resuelto hacer una asamblea. E hicieron la asamblea. Pero no se ponían de acuerdo con respecto a quién la iba a presidir porque estaban divididos en dos sectores: la izquierda quería elegir al secretario general del sindicato y los peronistas querían que la asamblea eligiera un presidente para la asamblea. Bueno, no se pusieron de acuerdo. Yo estaba aislado en un rincón. Uno de los de izquierda propone que presidiera la asamblea estudiantil el profesor Osvaldo Bayer, y los peronistas aceptaron -es la única vez en la historia de la universidad que un profesor dirige una asamblea-. Bueno, yo dirigí. Respeté el uso de la palabra, porque empezaba a hablar un enemigo y los tipos empezaban a gritar, a silbar. Dije ‘por favor, acá se va a respetar el uso de la palabra, porque ¿esto es una democracia o no es democracia? Si no yo me voy a retirar’. Entonces respetaron. Pero después venia la votación. Yo propuse levantar el brazo pero vi que había tipos que levantaban los dos brazos, entonces dije, ‘bueno, acá no hay seriedad entre ustedes, queridos amigos, compañeros. Entonces yo me voy a poner en la puerta, con un representante de cada una de las dos listas y va a salir uno por uno -eran como ochocientos-, yo voy a ir anotando su voto y también los otros irán anotando los votos’. Bueno, se hizo así. Entonces se levantó, triunfó la izquierda por dos o tres votos nomás, menos mal que hicimos ese registro. Se levantó la toma para dejar salir a los profesores, pero la toma se iba a retomar al día siguiente a la mañana avisándoles a los profesores que no vinieran.
Bueno, todo ese episodio fue uno de los más lindos de mi vida, porque es como dice Maceo, es la primera vez en la historia de la universidad que un profesor preside una asamblea estudiantil. Y se hizo justicia además, porque no les permití desborde ni que se cagaran a trompadas.” Y aún sigo nervioso cuando escribo estas líneas. Los dedos me juegan una mala pasada, aprieto más de una tecla a la vez cuando escribo pensando en aquél calido encuentro. En aquellas palabras, pero, sobre todo, en aquellos silencios que tan bien lo describen. Esas pausas que atrapan mucho más de lo que distraen y dicen mucho más de lo que callan.
Bayer continuó haciendo hincapié en el papel del estudiante universitario en la sociedad. “Bueno, yo creo que es eso, participar en la política. Participar, primero, en la vida interna de la universidad, dar su opinión ante los claustros, convencer a los reacios de que tienen que intervenir en política, que esa es la vida, esa es la verdadera democracia y no el aislamiento, ni aislarse, ni sentirse superiores o distintos. Y después, por supuesto, ir participando en las juventudes políticas. Esto no quiere decir que tienen que afiliarse a un partido político, sino participando en las asambleas populares, en esas asambleas que se hacen para resolver problemas barriales o problemas de distinto tipo y en las manifestaciones. En las manifestaciones donde los jóvenes vean que realmente es necesario, cuando los que gobiernan o los que mandan están haciendo injusticias. Yo creo que desde un primer momento hay que participar en la vida política, en la vida social. Nos trae enseñanza, nos trae sabiduría. Esto yo lo aprendí en la universidad alemana donde los estudiantes se preguntaban ‘¿cómo es que nuestros padres pudieron votar a los nazis?’, no podían comprender. Bueno, y había un ansia de buscar nuevas ideologías políticas, de aprender. Me acuerdo que yo me afilie a la Juventud Socialista Estudiantil Alemana, uno de los que nos venia a dar clases era Willy Brandt, que después fue primer ministro. Bueno, en esa juventud había un ala que tendía a estudiar el Socialismo Libertario (acá, mal denominado Anarquismo). Ahí se hacían cursos de estudios, yo me tome muy en serio todo esto y participé desde un primer momento en las asambleas. Ahí aprendí la base. Fue la consecuencia de la guerra perdida y la juventud quería remontarse y salir de esa derrota tan espantosa. Además que faltaban varias generaciones de hombres, así que tuvieron que formarse ellos solos. Esa juventud, más las mujeres, son los que recompusieron a Alemania, porque los pocos prisioneros que volvieron estaban totalmente derrotados, no tenían ganas de nada.”
Para terminar, nos deja una reflexión acerca del papel de los intelectuales. “El intelectual tiene que tener todas las libertades para poder escribir sobre lo que se le plazca, y lanzar sus ideas a la sociedad. Pero, al mismo tiempo, tiene el deber de que, cuando ve injusticias en su sociedad, salir a la calle a luchar para terminar con las injusticias. Ese es el principal deber del intelectual y no crear una especie de paraíso de intelectuales que se convocan entre ellos nomás. Ese es el caso del grupo de Victoria Ocampo, por ejemplo, durante los años 40 y 50. Es decir, era como una especie de clase aristocrática. Y bueno, con eso podemos tener genios pero no sabios como intelectuales. Para mi Borges siempre fue un genio pero no un sabio. Es un gran escritor de literatura, pero no fue un sabio. Aceptó la condecoración de Pinochet, del más barato –por decir una cosa así- de los dictadores latinoamericanos. Y cuando le dieron la condecoración dijo ‘Chile, ese país que tiene forma de espada’. Nadie se había dado cuenta de que Chile tiene forma de espada pero Borges si y como no era ningún tonto, él nos quiso decir que si tiene forma de espada está bien que sea gobernado por militares, eso es lo que quiso decir.”
Así de lúcido es y está Osvaldo Bayer. Siempre mostrándose alegre, sincero y comprometido. Siempre con esa sencillez de un intelectual genio y, claro, muy sabio.
* Osvaldo Bayer nació en Santa Fe en 1927. Estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania) de 1952 a 1956. De vuelta en la Argentina se dedicó al periodismo, a la investigación histórica y a guiones cinematográficos. Trabajó en los diarios Noticias Gráficas, en el patagónico Esquel y en Clarín, del cual fue secretario de redacción, y en diversas revistas. Fue Secretario General del Sindicato de Prensa de 1959 a 1962. Por el libro La Patagonia Rebelde y el film del mismo nombre fue perseguido y tuvo que abandonar el país en 1975. Vivió en el exilio, en Berlín, hasta su regreso a Buenos Aires, en 1983. Actualmente colabora en Página/12.
Ha publicado los siguientes libros: Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia(1970); La Patagonia Rebelde (Los vengadores de la Patagonia trágica, 1972-76 cuatro tomos); Los anarquistas expropiadores (1974); Radowitzky, ¿mártir o asesino? (1974); La Rosales, una tragedia argentina (1974); Exilio (1984, en colaboración con Juan Gelman). Fue el guionista de los filmes La Maffia (1972); La Patagonia Rebelde (1974); Todo es ausencia (1983); Cuarentena: exilio y regreso (1984); Juan, como si nada hubiera pasado (1986); La amiga (1989); Amor América (1989); Elizabeth (1990); El vindicador (1991) y Panteón Militar (1992); los últimos seis en coproducción con Alemania.
Saludos y esperamos sus comentarios,
Facundo Romero
Consejero Superior por el Claustro de Graduados
Agrupación Maria Claudia Falcone
Cel.:1560525219
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