jueves, 17 de octubre de 2013

Fuegos de octubre


Lo sucedido el 17 de octubre de 1945 fue algo más importante aún que el nacimiento del mayor movimiento político de la historia argentina: constituyó la sublevación del subsuelo de la Patria, el momento en el que las mayorías hasta entonces invisibles tomaron el cielo por asalto en defensa de su derecho a tener derechos.

Las columnas interminables de obreros de barriadas populares como La Boca, Barracas y Parque Patricios confluyeron en la Plaza de Mayo con los trabajadores de la carne que marcharon desde Berisso. Ni siquiera el Riachuelo pudo contener a la marea humana, que frente a los puentes levantados optó por cruzar el curso a nado. Exigían la liberación de Juan Domingo Perón, el Coronel del Pueblo, quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión había promovido reformas laborales impensadas para la época, contribuyendo además en la organización de los gremios sobre la base de reivindicaciones de extracción socialista, y volviéndose así un peligro para las ambiciones de la oligarquía agroganadera.

Perón, desplazado de sus cargos y detenido en un principio en la isla Martín García, se encontraba en el Hospital Militar “Cosme Argerich” debido a la realización de un chequeo médico. El engrosamiento irrefrenable de la multitud obligó los mandos castrenses responsables de su detención a solicitarle que se dirigiera hacia sus seguidores desde los balcones de la Casa de Gobierno, con el objetivo de calmarlos.

La Plaza estaba llena: había sido un rotundo éxito la huelga general convocada por la CGT en defensa del impulsor de los tribunales de trabajo, la generalización de las indemnizaciones por despido y los convenios colectivos, la extensión del régimen jubilatorio a más de 2 millones de personas, la sanción de los Estatutos del Peón de Campo y el Periodista, la creación del Hospital Policlínico para trabajadores ferroviarios y la apertura de escuelas técnicas orientadas a obreros. Y él les prometió dejar el uniforme militar “para vestir la casaca de civil” y mezclarse “en esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria”.

El Día de la Lealtad era un hecho, y lo que vino después, historia conocida: vacaciones pagas, obras sociales, salario mínimo vital y móvil, jornada laboral de 8 horas, licencias por maternidad, voto femenino, gratuidad de la educación superior, nacionalización de los ferrocarriles, y un largo etcétera. Por este motivo, el 17 de octubre es patrimonio no sólo de los peronistas, sino de la totalidad del pueblo argentino.

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