El 12 de noviembre de 1863 caía asesinado Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza, caudillo riojano enfrentado al centralismo del presidente Bartolomé Mitre, quien deseaba subordinar las provincias a los intereses porteños, ahogándolas económicamente y provocando la reacción armada de sus pobladores. Mientras el Estado de Buenos Aires crecía gracias al acaparamiento de la renta de la Aduana, la Confederación se hundía por la falta de capitales para invertir en su desarrollo. Tras casi 10 años de escaramuzas, las fuerzas porteñas se habían impuesto a las del interior en la Batalla de Pavón, en un dudoso combate del que Urquiza retiró sus tropas casi sin pelear.
Sin embargo, las provincias seguían sufriendo las consecuencias de una política que privilegiaba los intereses del puerto de Buenos Aires por sobre los del resto del país. La llegada masiva de productos importados terminó por liquidar lo poco que quedaba de las industrias locales. La desocupación era enorme y casi la única posibilidad de empleo la ofrecían los nuevos puestos de la administración nacional creada por Mitre.
En ese contexto, en 1863, se produce el levantamiento del “Chacho” Peñaloza, quien antes de lanzarse a la lucha le escribe a Mitre: “Es por esto señor Presidente, que los pueblos, cansados de una dominación despótica y arbitraria, se han propuesto hacerse justicia, y los hombres, todos, no teniendo más ya que perder que la existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla, defendiendo sus libertades y sus leyes y sus más caros intereses atropellados vilmente por los perjuros. Esas mismas razones y el verme rodeado de miles de argentinos que me piden exija el cumplimiento de esas promesas, me han hecho ponerme al frente de mis compatriotas y he ceñido nuevamente la espada, que había colgado después de los tratados con los agentes de V.E. No es mi propósito reaccionar al país para medrar por la influencia de las armas, ni ganar laureles que no ambiciono. Es mi deber el que me obliga a sostener los principios y corresponder hasta con el sacrificio de mi vida a la confianza depositada en mí por los pueblos”.
Hoy recordamos su figura -la de un luchador por la libertad y una genuina unidad nacional que no pusiera al interior de rodillas- con las palabras que Jorge Abelardo Ramos le dedicara en Del Patriciado a la Oligarquía (1862-1904), segundo volumen de su monumental obra Revolución y contrarrevolución en la Argentina:
"En la tierra de Quiroga, esencia misma del tipo argentino más puro, quedaba un antiguo soldado suyo, formado en el fuego de nuestras luchas civiles; su figura patriarcal dominaba los llanos de La Rioja. Era Ángel Vicente Peñaloza, que ostentaba el grado de General de la Nación: en el origen del ejército argentino encontrábase el guerrero gaucho, de melena sujeta por una vincha, armado de lanza y fundido al caballo infatigable como un centauro rústico. Sus hombres lo llamaban El Chacho, y con ese nombre ha ingresado a la historia.
La política de exterminio llevada a cabo por Mitre contra las provincias a partir de 1862, modificaría radicalmente su estructura económica y social […] En la década 1853-1863 las provincias de Catamarca, La Rioja y Tucumán mantenían un intenso tráfico con Copiapó y Valparaíso en el país transandino. Exquisitos vinos y licores, superiores a muchos europeos, lo mismo que trigo, minas de explotación en el Famatina (oro, plata) producidos en las provincias nombradas, abrían para ellas excelentes perspectivas. Catamarca exportaba mercaderías a Bolivia, asimismo, por valor de $351.567 en dicho período. El trazado de los ferrocarriles ingleses quiebra las rutas históricas del comercio interlatinomericano, arroja numerosos pueblos a la decadencia y la despoblación, invierte el movimiento económico hacia el Litoral y desvincula entre sí las relaciones comerciales interprovinciales […]
Privado de amigos y aliados, provocado incesantemente, injuriado soezmente por la prensa porteña que reclamaba su cabeza, Peñaloza levantó al fin, indignado, su vieja bandera. Todo había sido inútil. Pese a declarar que deseaba someterse al poder central de Buenos Aires, se veía «obligado a ceñir la espada que había colgado», enfrentándose a Mitre, «rodeado de miles de argentinos» que no «tienen que perder más que su existencia»: tal decía en su proclama Peñaloza.
Mitre es el responsable central de la represión, la rapiña, la corrupción y el degüello generalizado que practican sus tropas, azuzadas por Sarmiento. Toda la correspondencia de Mitre en su Archivo lo acusa sin atenuantes. De la documentación publicada resulta que la lucha del Chacho no se reducía a unos miles de gauchos de La Rioja y Catamarca, sino que abarcaba casi todas las provincias mediterráneas. Peñaloza confiaba en que Urquiza y las provincias litorales «volverían a montar a caballo» para enfrentar definitivamente a Buenos Aires. Así lo demuestran las cartas que El Chacho envía a Urquiza durante su campaña. Córdoba recibe al Chacho como un libertador. El sargento mayor Simón Luengo derroca al gobernador Posse, entretenido en un negocio de tierras, y eleva al sillón de gobernador a don José Pío Achával. Este último lanza una proclama saludando la entrada de las fuerzas, del Chacho a la ciudad de Córdoba. Todo el partido federal de la provincia, conocido como el partido «ruso», apoya a Luengo y al Chacho.
Como ocurriría pocos años más tarde con las montoneras de López Jordán, la guerra civil tendía a modificarse por las innovaciones técnicas. Las armas europeas que adquirían los burgueses del Puerto en el Viejo Mundo decidían ya la suerte de los sangrientos encuentros. En Las Playas, el general mitrista Paunero deshace a Peñaloza y sus gauchos […]
Deshechas sus fuerzas por las tropas «nacionales» en sucesivos encuentros, el general Peñaloza es sorprendido mientras dormía y acribillado a tiros y a lanzazos. Al viejo caudillo –tenía 66 años– le fue cortada la cabeza y expuesta a la observación pública en la Plaza de Olta. Sarmiento abrazó a los asesinos –los hombres del comandante Irrazábal– y escribió enseguida a Mitre:
…he aplaudido la medida precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses.
Mitre carecía del candor brutal de Sarmiento. Ceremoniosamente, como cumple a un hombre de Estado, condenó oficialmente el asesinato bestial de Peñaloza. Poco más tarde, sin alharacas, ascendía a Irrazábal a coronel […]
Sarmiento, el dulce educador, hace barrer la plaza de San Juan a doña Victoria Romero de Peñaloza, compañera de El Chacho, atada a una barra de grillos. Pero en Los Llanos resecos y ardientes nacía una copla:
Peñaloza diz que es muerto,
no hay duda que así será.
Tengan cuidado, magogos,
no vaya a resucitar"
Sin embargo, las provincias seguían sufriendo las consecuencias de una política que privilegiaba los intereses del puerto de Buenos Aires por sobre los del resto del país. La llegada masiva de productos importados terminó por liquidar lo poco que quedaba de las industrias locales. La desocupación era enorme y casi la única posibilidad de empleo la ofrecían los nuevos puestos de la administración nacional creada por Mitre.
En ese contexto, en 1863, se produce el levantamiento del “Chacho” Peñaloza, quien antes de lanzarse a la lucha le escribe a Mitre: “Es por esto señor Presidente, que los pueblos, cansados de una dominación despótica y arbitraria, se han propuesto hacerse justicia, y los hombres, todos, no teniendo más ya que perder que la existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla, defendiendo sus libertades y sus leyes y sus más caros intereses atropellados vilmente por los perjuros. Esas mismas razones y el verme rodeado de miles de argentinos que me piden exija el cumplimiento de esas promesas, me han hecho ponerme al frente de mis compatriotas y he ceñido nuevamente la espada, que había colgado después de los tratados con los agentes de V.E. No es mi propósito reaccionar al país para medrar por la influencia de las armas, ni ganar laureles que no ambiciono. Es mi deber el que me obliga a sostener los principios y corresponder hasta con el sacrificio de mi vida a la confianza depositada en mí por los pueblos”.
Hoy recordamos su figura -la de un luchador por la libertad y una genuina unidad nacional que no pusiera al interior de rodillas- con las palabras que Jorge Abelardo Ramos le dedicara en Del Patriciado a la Oligarquía (1862-1904), segundo volumen de su monumental obra Revolución y contrarrevolución en la Argentina:
"En la tierra de Quiroga, esencia misma del tipo argentino más puro, quedaba un antiguo soldado suyo, formado en el fuego de nuestras luchas civiles; su figura patriarcal dominaba los llanos de La Rioja. Era Ángel Vicente Peñaloza, que ostentaba el grado de General de la Nación: en el origen del ejército argentino encontrábase el guerrero gaucho, de melena sujeta por una vincha, armado de lanza y fundido al caballo infatigable como un centauro rústico. Sus hombres lo llamaban El Chacho, y con ese nombre ha ingresado a la historia.
La política de exterminio llevada a cabo por Mitre contra las provincias a partir de 1862, modificaría radicalmente su estructura económica y social […] En la década 1853-1863 las provincias de Catamarca, La Rioja y Tucumán mantenían un intenso tráfico con Copiapó y Valparaíso en el país transandino. Exquisitos vinos y licores, superiores a muchos europeos, lo mismo que trigo, minas de explotación en el Famatina (oro, plata) producidos en las provincias nombradas, abrían para ellas excelentes perspectivas. Catamarca exportaba mercaderías a Bolivia, asimismo, por valor de $351.567 en dicho período. El trazado de los ferrocarriles ingleses quiebra las rutas históricas del comercio interlatinomericano, arroja numerosos pueblos a la decadencia y la despoblación, invierte el movimiento económico hacia el Litoral y desvincula entre sí las relaciones comerciales interprovinciales […]
Privado de amigos y aliados, provocado incesantemente, injuriado soezmente por la prensa porteña que reclamaba su cabeza, Peñaloza levantó al fin, indignado, su vieja bandera. Todo había sido inútil. Pese a declarar que deseaba someterse al poder central de Buenos Aires, se veía «obligado a ceñir la espada que había colgado», enfrentándose a Mitre, «rodeado de miles de argentinos» que no «tienen que perder más que su existencia»: tal decía en su proclama Peñaloza.
Mitre es el responsable central de la represión, la rapiña, la corrupción y el degüello generalizado que practican sus tropas, azuzadas por Sarmiento. Toda la correspondencia de Mitre en su Archivo lo acusa sin atenuantes. De la documentación publicada resulta que la lucha del Chacho no se reducía a unos miles de gauchos de La Rioja y Catamarca, sino que abarcaba casi todas las provincias mediterráneas. Peñaloza confiaba en que Urquiza y las provincias litorales «volverían a montar a caballo» para enfrentar definitivamente a Buenos Aires. Así lo demuestran las cartas que El Chacho envía a Urquiza durante su campaña. Córdoba recibe al Chacho como un libertador. El sargento mayor Simón Luengo derroca al gobernador Posse, entretenido en un negocio de tierras, y eleva al sillón de gobernador a don José Pío Achával. Este último lanza una proclama saludando la entrada de las fuerzas, del Chacho a la ciudad de Córdoba. Todo el partido federal de la provincia, conocido como el partido «ruso», apoya a Luengo y al Chacho.
Como ocurriría pocos años más tarde con las montoneras de López Jordán, la guerra civil tendía a modificarse por las innovaciones técnicas. Las armas europeas que adquirían los burgueses del Puerto en el Viejo Mundo decidían ya la suerte de los sangrientos encuentros. En Las Playas, el general mitrista Paunero deshace a Peñaloza y sus gauchos […]
Deshechas sus fuerzas por las tropas «nacionales» en sucesivos encuentros, el general Peñaloza es sorprendido mientras dormía y acribillado a tiros y a lanzazos. Al viejo caudillo –tenía 66 años– le fue cortada la cabeza y expuesta a la observación pública en la Plaza de Olta. Sarmiento abrazó a los asesinos –los hombres del comandante Irrazábal– y escribió enseguida a Mitre:
…he aplaudido la medida precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses.
Mitre carecía del candor brutal de Sarmiento. Ceremoniosamente, como cumple a un hombre de Estado, condenó oficialmente el asesinato bestial de Peñaloza. Poco más tarde, sin alharacas, ascendía a Irrazábal a coronel […]
Sarmiento, el dulce educador, hace barrer la plaza de San Juan a doña Victoria Romero de Peñaloza, compañera de El Chacho, atada a una barra de grillos. Pero en Los Llanos resecos y ardientes nacía una copla:
Peñaloza diz que es muerto,
no hay duda que así será.
Tengan cuidado, magogos,
no vaya a resucitar"
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