El 11 de noviembre de 1951, 3.800.000 mujeres argentinas ejercían por vez primera su derecho a elegir y ser elegidas, rompiendo con la exclusividad masculina del sufragio.
Se producía así el estreno de la Ley 13.010, aprobada 4 años antes y por unanimidad en una histórica sesión especial de la Cámara de Diputados, atiborrada por centenas de mujeres: exactamente el 9 de septiembre de 1947.
Hasta entonces, los 23 proyectos de sufragio femenino habían fracasado por la oposición conservadora. Pero la llegada del peronismo al gobierno en 1946 y la ola de reivindicaciones sociales que produjo la revolución popular diseñaron el marco propicio para el impulso definitivo del voto femenino, bandera que alzó Evita para continuar con la lucha iniciada por mujeres de diversas orientaciones políticas como Cecilia Grierson, Elvira Rawson, Alfonsina Storni, Alicia Moreau de Justo y Julieta Lanteri.
En las elecciones de noviembre de 1951 Perón era re-electo para un segundo mandato con el 63.9% de los votos contra el 30.9% de la Unión Cívica Radical. 109 mujeres eran electas, entre 23 diputadas nacionales, 6 senadoras y legisladoras provinciales, todas ellas integrantes del peronismo, el único partido que llevó mujeres en sus listas. Evita, quien había renunciado a su candidatura a la vicepresidencia pocos meses antes, votaba en una urna llevada hasta su cama del hospital, legando a la posteridad una imagen imborrable de su compromiso cívico.
Hoy, Argentina -que junto con Brasil figura entre los escasos países conducidos por una mujer- cuenta con una representación femenina parlamentaria cercana al 40 %, lo que la ubica entre las cinco más altas del mundo. El actual protagonismo político de las mujeres argentinas lleva la marca indeleble de aquella pugna de décadas sintetizada en la figura de Eva Perón, gracias a la cual hicieron posible su derecho a votar y ser votadas, anulando el hasta entonces vigente patriarcado electoral.
Se producía así el estreno de la Ley 13.010, aprobada 4 años antes y por unanimidad en una histórica sesión especial de la Cámara de Diputados, atiborrada por centenas de mujeres: exactamente el 9 de septiembre de 1947.
Hasta entonces, los 23 proyectos de sufragio femenino habían fracasado por la oposición conservadora. Pero la llegada del peronismo al gobierno en 1946 y la ola de reivindicaciones sociales que produjo la revolución popular diseñaron el marco propicio para el impulso definitivo del voto femenino, bandera que alzó Evita para continuar con la lucha iniciada por mujeres de diversas orientaciones políticas como Cecilia Grierson, Elvira Rawson, Alfonsina Storni, Alicia Moreau de Justo y Julieta Lanteri.
En las elecciones de noviembre de 1951 Perón era re-electo para un segundo mandato con el 63.9% de los votos contra el 30.9% de la Unión Cívica Radical. 109 mujeres eran electas, entre 23 diputadas nacionales, 6 senadoras y legisladoras provinciales, todas ellas integrantes del peronismo, el único partido que llevó mujeres en sus listas. Evita, quien había renunciado a su candidatura a la vicepresidencia pocos meses antes, votaba en una urna llevada hasta su cama del hospital, legando a la posteridad una imagen imborrable de su compromiso cívico.
Hoy, Argentina -que junto con Brasil figura entre los escasos países conducidos por una mujer- cuenta con una representación femenina parlamentaria cercana al 40 %, lo que la ubica entre las cinco más altas del mundo. El actual protagonismo político de las mujeres argentinas lleva la marca indeleble de aquella pugna de décadas sintetizada en la figura de Eva Perón, gracias a la cual hicieron posible su derecho a votar y ser votadas, anulando el hasta entonces vigente patriarcado electoral.
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